El Ratoncito Enriqueto.
Este era un ratoncito tímido, de pelaje negro, con dientes torcidos, de ojos bizcos, una oreja maltrecha, que se escapa de un dientazo de un gato que casi lo alcanza y se lo come. Enriqueto se quedó huerfanito de padre y madre y creció en compañía de otros ratones que se las arreglaban para sobrevivir en un mercado de la ciudad de Londres. El día de Nochebuena, como de costumbre tenían hambre y decidieron salir a buscar comida entre los desperdicios de los toneles que la gente iba llenando alrededor del mercado. Nuestro amigo Enriqueto como era muy hábil para detectar olores y sabores, era el jefe de la cuadrilla de buscadores, y en conclusión, era el que más y mejor comida conseguía para la familia ratonil. Esa mañana logró reunir: Trozos de jamón, Pizza, Chorizos, Frijoles volteados, Nachos, platanitos cocidos, pan francés y unas cuantas galletas navideñas. - Oh¡¡¡¡ que placer, dijo Enriqueto,... y reuniendo a sus amigos, decidieron empezar su convivio navideño. Ni que hablar... comieron hasta que casi reventaban sus pancitas... rechonchas y peludas. Al filo de las 8 de la noche, ya ni se movieron en sus cuevas, de lo llenos que estaban. Sin embargo Enriqueto decidió salir a ver qué otra cosita conseguía para el postre... y saliendo a merodear... ¡¡¡PUM!!! que lo atropella un coche, y fue a parar con todo y su panzota llena, al otro lado de la carretera, boca abajo y temblando de frío, pero más que el susto, sintió que algo caliente le salía de algún lado de su cuerpo y pensó: - Ha de ser sangre... Dios mío...me estoy muriendo... a donde iré a ir a parar: al cielo de los ratones o allí abajo ¿donde se asan?... En esas estaba cuando ya no sintió nada más y desfalleció.... Cuando por fin abrió sus ojos, se vio rodeado de ratones vestidos de blanco, y dijo: "Entonces sí me morí y he de estar en el cielo". De pronto uno de ellos le habló, diciendo: - ¡Manito Enriqueto...por fin abriste tus ojos...estás vivo! Susto el que se llevó el ratoncito de nuestro cuento... y lo que realmente había pasado era que al ruido del rechinido de las llantas del carro, sus compañeritos oyeron en su cuevita y salieron a ver que era... y vieron que el coche se había estrellado contra el tonel de basura que registraba Enriqueto, y así fue como vieron que este había quedado tendido sobre la acera. Inmediatamente se lo llevaron a su cueva, le frotaron alcohol en su pecho, le estiraron las piernas, y lo calentaron con mentol y candelas, y así entró en calor. Enriqueto, al verse vivo, no paraba de llorar de la alegría y juró no volver a portarse mal y ser tan glotón y comilón.
FIN
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario